Por Rafael Peralta Romero
El tema de los robos, asaltos y atracos se ha metido en nuestras conversaciones. No importa lugar ni ambiente, donde quiera se habla de eso. Una joven abogada relata cómo en el estacionamiento de su oficina, en Gascue, céntrico sector de Santo Domingo, un sujeto le reclama entregar su hija de siete años, a la que recién recogía en un colegio.
El corazón se le aceleró abruptamente. El truhan repitió su demanda y se aflojó un poco la tensión de la madre: “Dame el anillo, rápido”. Fue saludable enterarse que lo pedido por el bandido no era la niña, sino el anillo, la sortija académica de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, muy perseguida por ladrones.
Los robos y asaltos, en sus diferentes manifestaciones y estilos, predominan en las conversaciones de los dominicanos de cuatro años hacia acá. Cada cual cuenta su caso. Una profesional que labora en una institución del Estado asegura que ha sido asaltada dieciséis veces. En ninguna ocasión ha recibido una satisfacción de las autoridades.
Otra dama, cuya residencia está próxima a la del presidente de la República, Danilo Medina, declara que malhechores han visitado cuatro veces su apartamento para robarle. Agrega, con dejo de conformidad o resignación, que no ha estado presente durante las “visitas”, por lo cual se considera una sobreviviente.
Los robos y atracos tienen a los dominicanos con los nervios de punta. Los que pueden, andan con espalderos, otros se han provisto de armas, pero los agentes del delito son suficientemente sagaces para burlar prevenciones. Y como le quitan un celular y unos pesos a un jornalero, le arrebatan una yipeta a un pequeño burgués.
El miedo a los asaltos callejeros ha incrementado el uso del automóvil. Alguna persona quisiera irse a pie a su trabajo u otros lugares cercanos, pero el temor a ser acometida por un delincuente le conmina a desplazarse sobre ruedas. No obstante, abundan casos de personas atracadas a bordo de su auto por delincuentes motorizados.
Un bandido se acerca a una maestra que labora en una escuela de la parte norte de la ciudad y la detiene, la manotea y la regaña porque ha salido a la calle con prendas de valor, y exige que se las entregue. Los transeúntes siguen su camino porque todos piensan que se trata de una pareja en conflicto, pero la mujer está siendo asaltada.
Andar con joyas de oro es prohibido. Las bandas se especializan en el robo de determinados objetos. Hay una experta en captar el anillo de la UASD, el cual es usado por mucha gente de vida modesta que ha realizado estudios superiores. Aquí cada uno cuenta su experiencia como víctima, el tema de los robos ha asaltado nuestras conversaciones.